Desde el año 1991, con la salida de Nuestra Señora sobre los hombros de sus comisarios, en aquellas sencillas andas, la incorporación de un llamador en su paso resultó completamente necesaria. En un principio, y debido a los grandes gastos que se generaron en la Hermandad de las Angustias a comienzos de los años 90 del pasado siglo, no hubo la posibilidad de disponer de un llamador de las características acordes a la grandeza de las andas de la Señora, ya que, junto a la recuperación de las andas, se afrontó la restauración del templo, y otras muchas intervenciones.

No obstante, y pese a ello, la cofradía sí pudo obtener un llamador de buena calidad. Esa pieza, utilizada hasta el pasado año, estaba formada por un aldabón al que se le unieron dos ángeles que sostenían en sus manos el corazón de María con los siete dolores en forma de cuchillos clavados en él. Era inconfundible el sonido que producía ese llamador cuando restallaba en las calles vallisoletanas. Un sonido sordo, con cierto brillo metálico que hacía temblar el tiempo y lo detenía para ver elevarse a la Señora de Valladolid. Pero el tiempo no pasa en balde, y los numerosos “golpes” y vibraciones hicieron que el corazón no aguantara las distintas soldaduras con las que se fueron solventando el paso de los años y los fortuitos desprendimientos, y finalmente hicieron que despareciera. Así pues, llegamos al año pasado, momento en el que se evidenció la necesidad de la creación de un nuevo “martillo” que dirigiera el Paso de Nuestra Señora.

Desde la mayordomía del Paso de la Virgen se iniciaron, en ese momento, los trámites necesarios para la aprobación de la manufactura de un nuevo llamador. Como se entendió que la hechura debía ser de la mejor calidad posible, la elección del orfebre no podía ser otra que el mismo artista que, en su momento, realizara la Corona de la Virgen para el gran día de su Coronación Canónica. Manuel Valera Pérez, orfebre cordobés, además de los trabajos realizados para nuestra penitencial, ha realizado obras como la corona para la Coronación Canónica Pontificia para Nuestra Señor de la Esperanza de Granada, o el halo para la Coronación de Nuestra Señora de la Soledad de la Congregación de Mena en Málaga, y el diseño de la corona para la Coronación Canónica de Nuestra Señora del Valle de Sevilla. Los primeros contactos para dar comienzo con el diseño de la obra fueron a mediados del mes de mayo del pasado año 2018. Un trabajo de esta índole ha de ser cuidado hasta el más mínimo de los detalles y así ha sido tratado desde un principio. Tras unos meses de trasiego de correos de Valladolid a Córdoba, el primer boceto con cierto parecido al definitivo llegó a la cofradía el 6 de agosto del año 2018. Un primer boceto que, posteriormente, sufrió modificaciones para adecuarlo al significado que se deseaba dar por parte de nuestra Cofradía. Desde este inicial diseño, la comisión de arte y patrimonio de nuestra Junta de Hacienda estuvo pendiente de la corrección y adecuación de la obra a los criterios de la Hermandad. Así pues, el día 16 de noviembre de ese año de 2018, se logró llegar al diseño definitivo.

El llamador recoge en su diseño las identidades más arraigadas a nuestro templo, a nuestros orígenes y a nuestra ciudad. La idea original del proyecto fue la de que la pieza recogiera un nexo de unión de Nuestra Señora con su templo cuando esta sale a la calle. Es así, que está formada por la representación de una portada clásica distribuida en cinco cuerpos y un frontón triangular sobre ellos. En el cuerpo central se representa la parte central del retablo de nuestro altar mayor (obra de Francisco de Rincón), ligando así las andas de Nuestra Señora a su templo, consagrado a la advocación de la Anunciación a María. En los cuerpos segundo y cuarto, se representan dos santos. Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores (Dominicos), es el que ocupa el cuerpo segundo, elegido por la vinculación histórica de la cofradía con la mencionada orden a través de su convento e iglesia de San Pablo. En el cuerpo cuarto, San Pedro Regalado, patrón de Valladolid, ciudad de la cual, sus gentes adoptaron a la Virgen de las Angustias como Señora. En los cuerpos más exteriores se colocan sendas jarras rellenas de azucenas. La jarra representa la feminidad más íntima. Las azucenas han sido, siempre, símbolo de pureza. Por eso, estas flores saliendo frescas de la jarra, evocan la pureza de María en el momento de la concepción de su Hijo. En el frontón, sobre los cuerpos descritos se halla el escudo de la cofradía y bajo él: el año de creación de la pieza, 2019. De esta manera entendemos que se logra evocar al hogar perenne de la Señora, identificado a través del patrón de la ciudad, de nuestros orígenes dominicos y nuestro templo.

El material elegido para la manufactura del nuevo llamador es plata sobredorada. Con motivo de la Coronación Canónica de Nuestra Señora se recogieron numerosas contribuciones materiales. De hecho, los casi dos kilos y medio de plata que pesa esta joya provienen de un remanente, procedente de aquella cuestación y que no pueden tener mejor destino que el escogido. Mide veintitrés centímetros de largo, catorce de alto y seis de ancho.

Con todo esto, esta Semana Santa, y más concretamente, el Martes Santo, en la procesión de El Encuentro de la Santísima Virgen con su Hijo, en la Calle de la Amargura, el Paso de Nuestra Señora estará de estreno.